LA LEYENDA
Cuenta
la leyenda que el mismísimo Otto salió de la tumba para carburar su viejo motor,
a cambio de su alma. Y desde entonces vagaba por las carreteras solitarias,
rompiendo la noche en dos con aquel hermoso sonido.
Cuenta
la leyenda que había llegado hasta las puertas del infierno, para echarlas
abajo. Que había sido juzgado por todo lo que hizo y condenado por lo que dejó
por hacer. Condenado a rodar eternamente, para liberar este mundo de las almas corrompidas.
Una
cosa era la leyenda, y otra bien distinta la realidad. En verdad solo era un
hombre cansado. Cansado de ver la podrida injusticia que le rodeaba, y que un
buen día o quizás un mal día decidió acabar por su cuenta con toda aquella
falsa que llamaban sociedad…Esta solo es una de sus muchas historias:
… Tenía
el mundo a sus pies y era el puto amo. La recompensa por haber dejado la
universidad, mientras se planteaba que hacer con su joven y rica vida, fue la
moto mas deseada que nadie halla podido imaginar. Tal vez no fuese la mejor,
pero si la mas cara. Hecha a medida por un famoso y televisivo constructor
americano. El mismo la trajo desde el otro lado del charco, no sin antes
recorrer la ruta 66 junto con sus matones. A golpe de talonario gracias a su
mama, había montado el club más temido y respetado. Rodeado de la mas peligrosa
fauna sobre ruedas, a la que controlaba con su abultada cartera. Sin duda
alguna era el jefe, y nunca se privo de nada… las mejores fiestas, las mejores
tías, los mejores hierros para los suyos… el mejor club. Y allí estaba luciendo
chaleco junto a los suyos, despreciando a cuantos se acercaban a el.
En la
esquina de la barra un oscuro y extraño individuo observaba sus movimientos,
apuró la copa y pasando junto aquel energúmeno al tiempo que clavaba su oscura
y provocadora mirada sobre él, salio hacia el parking. Buscó la moto más cara y
ostentosa, se sentó sobre el depósito encendiendo un pitillo como a la espera
de algo. Pasado unos minutos aquel biker de talonario, fue hacia su moto con
dos de sus mejores pit-bulls tatuados tras de si. Al ver a aquel oscuro
personaje que minutos antes le había retado con su mirada apoyado sobre la cara
pintura de su deposito mientras la arañaba con la cadena de su cartera estalló
en cólera. Con un solo gesto mando a sus dos gorilas para que dieran buena
cuenta de aquel pringao.
El primero de ellos antes de poder acercarse
lo suficiente, recibió una patada frontal en la misma base del cuello que
rompió su traquea cayendo al suelo como si de una masa de carne sin huesos se
tratara. El otro individuo al ver el panorama, sacó un machete de inmensas
dimensiones y fue directo a ver el color de las tripas de aquel cabron que se
había cargado a uno de sus hermanos sin apenas despeinarse. Antes de que el
frío acero se clavara en su estomago, hábilmente dio un pequeño impulso hacia
atrás a la vez que estiraba los brazos sujetando la muñeca del portador del
arma blanca. Elevó el brazo del atacante por encima de su cabeza hacia el
exterior de su lado izquierdo, a la vez que girándose levemente hacia su
derecha, pasó su cabeza entre la axila y el tronco del agresor, de tal forma
que sus dos manos junto con la del portador del cuchillo quedaban a la altura
de de su frente, acto seguido solo tuvo que dar una pequeño tirón hacia abajo y
el frío hierro se clavó justo en el centro del pecho de aquel mastodonte
arrancándole la vida en el acto.
Con el
horror tatuado en su cara, el ahora no tan valiente dueño del mundo a base de
talonario, saltó a su moto para salir de allí como si le persiguiese el mismo
diablo. Pero antes de arrancar una patada lateral de aquel oscuro biker le hizo
caer al suelo, con maquina incluida. La pierna le quedo atrapada por el peso de
su montura, a la vez que la gasolina impregnaba su cuerpo y sus ropas …
-¡esta
noche arderás en el infierno! .- dijo su verdugo mientras arrojaba el zippo
encendido al suelo-.
Cuentan
los que no andaban lejos del lugar que a varios kilómetros se pudieron oír los
gritos de horror y desesperación del que
mira la cara a la muerte cuando van a por el.
Unos
dicen que una gran explosión rompió aquella noche infernal en dos, y otros que
fue el tronar de los escapes del mismísimo demonio salido del mas negro de los
infiernos.
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Aquella
situación se había vuelto insostenible. De nada sirvieron las manifestaciones
en la puerta del recinto, las pancartas, las sentadas. Los cortes de
carreteras, ni la quema de bombos de basura y neumáticos viejos. El país atravesaba
el peor momento de la historia; y gracias a los empresarios corruptos, a los
políticos y familiares de altos mandatarios señalados a dedo para ocupar cargos
inventados por ellos mismos, las arcas estatales se habían vaciado. La enorme
teta de las que todos mamaban se había secado. Recortes para nuestros mayores,
que después de haber pasado su vida matándose de sol a sol, veían como apenas
le quedaba para comprar el pan. Las listas de espera en la seguridad social
eran cosa del pasado, ahora nuestros enfermos debían de pagar por estar en
ella. La enseñanza había conseguido unos alumnos ejemplares, debido a que casi
nadie tenía la pasta necesaria para pagar la educación de sus hijos, y la poca
que tenía la usaban para las primeras necesidades. Las calles eran un caos en
la que campaban todo tipo de almas en busca de no se sabe qué. ¡Es el momento
de la revolución! decían los mas viejos, pero sus voces eran calladas por los
dueños del poder.
Ella
había sido una de las victimas de aquella época, y tras haber estado la mitad
de su vida currando veía como era incapaz de dar de comer a sus tres pequeños. Mendigaba
a cambio de algo que llevar a los suyos.
Pero aquello no era lo peor, podía soportarlo casi todo, el hambre era
llevadera gracias que los soldados que mantenían “el orden” siempre le daba
algunas monedas a cambio de sus favores sexuales, paradójicamente la profesión
mas antigua del mundo era una de las pocas que había perdurado en estos días.
Lo peor era ver como los causantes de todo aquel caos, seguían viviendo entre
la riqueza y la seguridad. Entre ellos la dueña de la empresa mas poderosa del
país, y la que mas gente había sumido al paro y la desesperación. Recordó el
día de la última manifestación. El cuerpo de represión había recibido la orden de
desalojar. La carga fue brutal, estaban autorizados a utilizar munición real y
así lo hicieron. Nunca dijeron las cifra oficial de muertos, pero entre sus
brazos esa maldita mañana, dejo su vida el que siempre había sido su
compañero….
Estos
eran sus pensamientos mientras de rodillas daba placer a aquel puto soldado.
Quizás fuera el mismo que apretó el gatillo la maldita mañana. En ocasiones,
cada vez que hacía esto pensaba en apretar los dientes y cortar en dos el
miembro que tenía en la boca, para luego escupirlo con rabia; y así vengarse de todos. Pero las caras de
alegría de sus hijos al volver a casa, con la cesta de la compra llena, borraba
todas las humillaciones del mundo… Por más que lo intentaba a aquel cabrón no
se le ponía dura. Debía de ser por las sustancias que tomaban para tener ese
aspecto imponente que asustaba a todos. Y se negó a pagar sus servicios.
Entre
gritos desesperados pidiendo lo suyo, se oyó el rugir de un viejo motor. Un
biker de aspecto oscuro y siniestro paró en el callejón. Se acercó a la escena
mientras veía que aquel enorme mastodonte golpeaba brutalmente a la mujer. Sacó
su enorme pistola y disparó entre ceja y ceja del individuo. La mujer quedó
atónita, pero feliz por ver a esa cabron desplomarse con el rostro ensangrentado.
Le registró quitando todo el dinero que llevaba encima y se lo entrego a la
mujer diciéndole:
-¡Esto
solo un anticipo! ¡Vuelve con los tuyos y no desesperes, que pronto, muy pronto
tendrás tu recompensa!- y se marchó del lugar con aquel ruidoso cacharro
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¿Y
ahora que? Se peguntaba mientras volvía del hospital, en su lujoso coche
custodiada por sus guardaespaldas. Entre aquel amasijo de carne quemada pudo
distinguir al que un día fuera su hijo. Tal vez no le hubiese perdido en aquel
incidente en el que dicen que misteriosamente su moto salió ardiendo. Tal vez
le perdiera desde el mismo día en que le trajo al mundo para colmarlo de
caprichos. ¿Y sus compañeros muertos alrededor?. Uno con la traquea destrozada
de un certero golpe y el otro con el cuchillo clavado en el pecho. Seguramente
alguno de sus trabajadores indignados había sido el artífice de tan brutal
asesinato. Ya no le quedaba nada solo marcharse para siempre. Lo tenía todo
dispuesto, había vaciado sus cuentas y llenado su bolsa, para llegar al paraíso fiscal donde viviría
con su fortuna y donde se atormentaría con los recuerdos. Nunca volvería a la
mansión familiar a la que estaba llegando para recoger sus pertenencias.
Una
moto estaba aparcada junto a la verja, que extrañamente estaba abierta. El
lujoso coche se adentro, y en su interior ella pensaba que el pobre desgraciado
que había sido capaz de burlar la seguridad de la entrada, estaría despedazo
por las dos bestias entrenadas para matar y que solo obedecían su voz. Lo
extraño es que no se escuchaba ningún ladrido. Seguramente se estarían dando el
festín con la carne del individuo. No
obstante antes de bajarse del vehiculo para entrar en casa, notó que en la puerta de entrada había demasiada oscuridad. Sus
matones sacaron la artillería, y rodearon a su jefa por seguridad. Al
traspasar el umbral algo rozó su cara,
uno de los guardias enfocó su linterna sobre la viga de la entrada y allí
estaban… sus dos perros guardianes, colgados del cuello con la lengua fuera
ahorcados y degollados. Enmudeció de terror y tanto ella como sus protectores
entendieron que aquello era serio, y que seguramente el artífice de tan
horrenda acción estaría en el interior de la casa desvalijando sus
pertenencias. Probablemente fueran no más de dos, aunque la moto de la puerta
tenía un único asiento.
En el
interior del recibidor ya, el matón que iba delante notó un zumbido cortando el aire y seguidamente una picadura de acero
frío en el cuello. Se desplomó con un sonido seco. El que iba tras ella apunto
con su linterna al suelo y sobre su blanca y cara alfombra persa de pelo, ahora
teñida de roja sangre yacía su compañero. El pánico invadió a los otros dos
matones y desde luego a ella. Vaciaron sus cargadores a diestro y siniestro en
busca de algún blanco, pero allí lo que había era bastante negro y siniestro. Tras
el estallido de los disparos un silencio sepulcral junto con el olor a pólvora
se hizo en la estancia, le pareció una eternidad pero en realidad fueron unos
segundos. El silencio fue roto por otro silbido cortando el aire, muy parecido
al anterior pero con sabor mas amargo… una queja de dolor y otro cuerpo más al
suelo. La luz de la linterna volvió a enfocar hacia el suelo. En ese momento la
negra silueta salida del infierno dirigió sus disparos hacia el haz de luz, y
el portador cayó abatido sobre el cadáver de su compañero.
Rodeada
de muerte y oscuridad la mujer rompió a llorar. No entendía nada de aquello.
Primero la quemada de su hijo en la hoguera que algún bárbaro prendió. Después
la agonía del hospital hasta que por fin le llegó la muerte. Y ahora alguna
especie maligna en el interior de su casa, había sembrado todo de negra muerte
y desesperación. En principio creyó que alguno de los muchos antiguos empleados a los que dejó en la más
absoluta miseria, se habían confabulado contra ella. Pero había descartado esta
idea, aquella chusma no era capaz de organizarse. Todo esto debía de ser obra
de un alma corrompida. Deseosa que todo
aquello acabase, y de que ese ser abominable atravesase su pecho o su cuello
para morir por fin; sintió como una mano fuerte la cogía del pelo obligándola a
ponerse de pie… y pudo oír su voz:
-¡Arderás
en el infierno igual que tu hijo!¡Pero no morirás para que puedas atormentarte
el resto de tus día!.
El
oscuro motorista la llevó hasta su habitación, roció la estancia con la
preciada gasolina, cogió la enorme bolsa con el dinero y prendió fuego al
lugar, para alejarse con el estruendo de sus escapes.
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Paseaba
entre miseria de la mano de sus tres hijos, ahora era una mujer respetada, no
solo por su posición si no por sus donaciones a los mas necesitados que eran
muchos en aquellos tiempos. Una horrible mujer con el rostro quemado salió a su
encuentro, y se apiadó de ella. Entre sus manos, también quemadas, puso un buen
fajo de billetes para que al menos pudiese aliviar su desesperación. Pero la
mendiga con un grito de rabia escupió en la cara de su benefactora, por su
frente despoblada de pelo pasó la imagen de aquella misma mujer, con sus tres
hijos pegados a su falda pidiéndole limosna en otro tiempo, en otro lugar,
cuando ella era la mas poderosa de los poderosos.
La elegante madre sacó su pañuelo para limpiarse el rostro al tiempo que pensaba: “Pobre mujer”. Y siguió su camino al lado de sus niños, agradecía por el día en el que aquel extraño motorista apareció en su vida. Solo pudo verle dos veces, aunque nunca pudo verle el rostro, la primera cuando el agente de los cuerpos de represión la golpeó por no quererle pagar sus servicios. Y la segunda en la puerta de su casa, la mañana en la que sin ninguna razón le entregó una enorme bolsa de dinero. Tal vez el mundo estuviese cambiando,tal vez fuese el primero de los Ángeles Negros de la Guarda, enviado desde algún oscuro rincón para empezar la bendita Revolución…