martes, 10 de agosto de 2010

61.- EL INFIERNO


EL INFIERNO (Desenlace de Erase una vez...)

Aquella noche había decidido no esperar a sus compañeros. No quería comprometerles en su aventura, estaba decidida a llegar más allá. Así que con su rubia melena escondida bajo el casco y con la vieja virago de su padre salió a la luna llena. Se sentía parte de la carretera… cada curva, cada recta, cada bache, cada cuneta como si fuese una prolongación de si misma unidas por su viejo hierro através de sus ruedas. Ya no había marcha atrás, comenzaba a entrar en terreno desconocido, tal vez en tierra de nadie. A partir de ahora ya no sabría volver. ¿Y quien quiere volver?, se peguntaba, ¡solo quiero ir!, se contestaba. Tenía un billete de ida y lo que verdaderamente importaba no era el destino, si no el camino. Siguió rodando sin descanso hasta que una patrulla de medio ambiente salió a su paso. Creyó oír unos disparos, incluso le pareció que una de esas balas atravesaba su pecho; debían de ser suposiciones. Siguió rodando hasta lo que parecía una inmensa luz en una colina y hasta allí encamino su rumbo. En un cartel en la entrada grabado a fuego se podía leer:
“EL INFIERNO”…debía de haber llegado al otro lado. Maquinas de todo tipo campaban a su antojo. Viejos hierros desvencijados con sabor añejo, increíbles Hot rods para todos los gustos. Stands con todo tipo de abalorios, habidos y por haber. Infinidad de hogueras encendidas en las que grupos de bikers contaban sus batallas. Enormes barbacoas en las que varios marranos se asaban a la brasa, esto le recordó los años de su niñez en aquellas reuniones familiares en las que todavía se podía usar el carbón antes de que llegase la prohibición. Barras de bar en las que se servía cerveza de verdad, y no aquel liquido amarillento que ellos mismo destilaban… seguramente aquello debía de ser el infierno, o quizás el paraíso. De pronto se ilumino el escenario y una fender arrancó el mejor de los aullidos que se le podía hacer a la luna, La música en directo llenó cada rincón del infierno, aquel sonido que tantas veces había oído en sus viejos vinilos ahora se abrían ante sus ojos… bajo… batería… Rock and roll… su espíritu se llenó por completo de vida y quiso pertenecer aquel lugar para siempre… y así pasó la noche hasta despuntar el alba, porque esta vez no era necesario volver antes de que saliese el sol.
Completamente inundada de felicidad sintió unos golpecitos en su espalda, se giró y cual fue su sorpresa al ver una cara conocida que le preguntaba: “¿Has traído mi vieja virago?”. Se fundieron en un abrazo y lloró de felicidad. Montó en la moto con su viejo y querido padre, que ahora parecía mas joven de lo que podía recordar, y pusieron rumbo al sol…

… el primer rayo anunciaba el nuevo día y la Patrulla de medioambiente observaba el cuerpo caído en la carretera junto aquella infernal maquina de dos ruedas. Se acercaron al individuo y le quitaron el casco, una hermosa melena rubia se escondía debajo. El joven oficial sintió pena por aquella hermosa mujer a la que había atravesado el pecho de un disparo, pero sin embargo en su rostro había una extraña sonrisa ... ¿Qué se sentiría al montar en uno de esos viejos y prohibidos cacharros?. Era la primera vez que mataba a una persona y visiblemente afectado preguntó a su compañero: “¿Dónde irán las almas de los motoristas muertos?... ¡Donde van a ir! -contestó el otro-¡Al mismísimo Infierno?.

1 comentario:

CarlosR dijo...

Buena historia. lastima que haya terminado.
No me gustaria un lugar como Ecocity. Y a la marcha que van.......con ese afan por prohibirlo todo......


Saludos y que la estrella os guie por esos caminos.

CarlosR