lunes, 30 de mayo de 2011

74.- FOSFOROS DE SEGURIDAD


• Sin azufre: evita el riesgo de la lluvia acida
• Cartón reciclable: disminuye la deforestación y ahorra energía.
• Madera de álamo temblón: sus bosques se reproducen naturalmente, manteniendo el equilibrio forestal.

Tenía en sus manos una caja de cerillas que había cogido en la tienda de bricolage, y al igual que el mundo que le rodeaba no entendía nada. ¿Lluvia acida?, el único acido que conocía antes de perder la conciencia era el que venía en unos cartoncitos plastificados, y que a pesar de proporcionar viajes nunca le gustó tomar. Aquello de viajar estando quieto nunca le llamó la atención. ¿Deforestación?¿Ahorro de energía?¿Reciclable?¿Equilibrio forestal?... Encendió un pitillo y tragó una bocanada de humo, una señora que pasaba con un carrito de bebé le miró acusadoramente como si estuviese cometiendo un delito. ¿A que mundo había venido a parar?.¿De donde habían salido aquellas palabras?¿MP3,GPS, MEGA, ADSL, FACCEBOOK, TWUITER, TWENTY...? ¿Bajar música?, bajar música era cuando el colega del tercero te prestaba un vinilo. ¿Chatear? Aquello debía de ser operar a un boxeador de la nariz. ¿Bichear? Tenía que ser matar bichos, o sacárselos de la nariz. La gente estaba loca, hablaban de cosas que no existían, se encerraban en grandes salas para montar en bici, sudar y no recorrer ni un solo kilómetro. Los niños jugaban al futbol delante de una pantalla cuadrada en vez de hacerlo en la calle con una pelota.

No entendía como podía ser tan difícil comprar un bote de leche… desnatada, semidesnatada, con omega 3, de soja, con isaflovonas. O comprar cerveza… sin alcohol, 0,0, Light, con sabor manzana… mientras una maraña de estanterías le miraban fijamente. No entendía nada de nada en aquel extraño mundo en que había despertado. Las sesiones con el psiquiatra para hacerle volver al mundo actual no habían servido de nada. No entendía aquella bandada de canales televisivos que se pegaban entre si para hacerles preguntas, ni mucho menos entendía por que le pagaban tanta pasta por apenas decir nada. Muchos de los países que estudió de pequeño ya no existían, y en su lugar había otros nuevos de nombres impronunciables. Todo había cambiado, hasta su viejo barrio parecía nuevo…

Recordó el día de la caída… corría el año 84, por aquel entonces siempre había algo en que currar, y su habilidad para destripar todo aquello que llevase tornillos y hacerlo funcionar le hacia sentir el rey del barrio. Con sus apenas 20 años su flamante 400 que venía del imperio del sol naciente y de la que había dado buena cuenta con el spray negro mate. Con la chupa de cuero y pasta en el bolsillo, tenía todo el fin de semana para vivirlo. Para visitar todos los garitos de la costa y tirarse a alguna niña pija después de acojonarla por aquellas carreteras. Los macarras con el puntito canalla siempre gustaron a las niñas bien, y en la época en la que los chavales, como mucho podían tener una puch cóndor, el llevaba su ruidosa japonesa con alforjas de cuero. Un poco de gravilla suelta unas cuantas cervezas de mas le hicieron perder la conciencia en aquella maldita curva durante casi tres décadas. Por un lado pensaba que le hubiese gustado haber vivido aquellos cambios, pero por otro estaba seguro de que no los podría haber soportado. Se bajó del tren en aquella curva, y ahora casi treinta años después se había vuelto a montar en un vagón equivocado que no llevaba a ninguna parte.

Volvió a encender el pitillo con los fósforos de seguridad y mientras inundaba sus pulmones de aquel bendito humo, miró su nueva maquina americana frente a el y… que ¡Demonios!, tenía pasta en el bolsillo, alforjas y chupa de cuero, una caja de cerillas y un poco mas adelante… donde da la vuelta el viento seguro que habría un lugar donde construir a gusto su bendito infierno.


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